jueves, 30 de junio de 2011

Las 7 frases de Jesús en la cruz



Estas son las siete declaraciones de Jesucristo hechas en la cruz (sin un orden en particular).

(1) Mateo 27:46 nos dice que “alrededor de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: ELI, ELI, ¿LEMA SABACTANI? Esto es: DIOS MIO, DIOS MIO, ¿POR QUE ME HAS ABANDONADO?” Aquí Jesús estaba expresando Sus sentimientos de abandono al haber colocado Dios los pecados del mundo en Él – y por esta razón, Dios tenía que “volver Su rostro” de Jesús. Mientras Jesús estaba sintiendo ese enorme peso del pecado, Él estaba experimentando Su separación de Dios Padre por única vez en toda la eternidad. Esto también fue en cumplimiento a la declaración profética en el Salmo 22:1.

(2) “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” (Lucas 23:34). Aquellos que crucificaron a Jesús no estaban conscientes del alcance total de lo que estaban haciendo, porque ellos no lo reconocían como el Mesías. Su ignorancia de la divina verdad no significaba que merecieran el perdón, y la oración de Cristo en medio de sus burlas hacia Él, es una expresión de la ilimitada compasión de Su gracia divina.


(3) “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso.” (Lucas 23:43). En esta declaración, Jesús está asegurando a uno de los criminales en la cruz, que cuando él muriera, estaría con Jesús en el Cielo. Esto estaba garantizado porque aún en la hora de su muerte, el criminal había expresado su fe en Jesús, reconociéndolo como lo que Él era (Lucas 23:42).

(4) “Padre, EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU.” (Lucas 23:46) Aquí, Jesús está abandonando voluntariamente Su alma en las manos del Padre, indicando que Él estaba por morir y que Dios había aceptado Su sacrificio. Él “se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios,” (Hebreos 9:14).

(5) “¡Mujer, he ahí tu hijo! y “’He ahí tu madre! Cuando Jesús vio a Su madre de pie cerca de la cruz con el apóstol Juan, a quien Él amaba, Él encomendó en las manos de Juan el cuidado de Su madre. Y desde aquella hora Juan la recibió en su propia casa (Juan 19:26-27). En este verso Jesús, siempre el Hijo compasivo, se está asegurando de que Su madre terrenal sea cuidada después de Su muerte.

(6) “Tengo sed” (Juan 19:28). Jesús está cumpliendo aquí la profecía Mesiánica del Salmo 69:21: Y por comida me dieron hiel, y para mi sed me dieron a beber vinagre.” Al decir que estaba sediento, los guardias romanos respondieron dándole vinagre, que era lo acostumbrado en una crucifixión, con lo cual daba cumplimiento a la profecía.

(7) “¡Consumado es!” (Juan 19:30) Las últimas palabras de Jesús significaron que Su sufrimiento había terminado, así como toda la obra que Su Padre le había encomendado realizar, que era, predicar el Evangelio, obrar milagros y obtener la eterna salvación para Su pueblo, todo estaba hecho, terminado y cumplido. La deuda por el pecado estaba pagada.

tomado de www.ObreroFiel.com – Se permite reproducir este material siempre y cuando no se venda.

domingo, 26 de junio de 2011

Satanás todo lo pervierte

"Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias."
Efesios 5:3-4



Tanto el amor de Dios como el amor de sus hijos es clemente, incondicional y altruista, pero por seguro Satanás pervertirá eso. El amor terrenal es superficial, egoísta, sensual y sexual, y Satanás le ha hecho creer al mundo esa definición del amor.
A diferencia del amor del mundo, el versículo de hoy termina indicando que debemos dar gracias. Pablo dijo que “Dad gracias a Dios en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Ts. 5:18). Cuando somos agradecidos por todo, nos salimos de nosotros mismos, porque la acción de gracias se dirige a Dios.
En vez de hablar de las personas, ámelas de una manera que transmita gratitud. Recuerde que el amor de Dios es desinteresado y agradecido, pero el amor del mundo es egoísta e ingrato.

tomado de www.gracia.org

martes, 21 de junio de 2011

El Señor nos alerta



Hace aproximadamente un año atrás hubo una Palabra del Señor que me ha marcado en mi andar:

"Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón porque de él mana la vida" Proverbio 4.23

En un principio me parecía algo muy poético, un bello proverbio. Pero con el tiempo empezó a tomar un significado importante en mis oraciones diarias. Es maravilloso cuando Su Palabra empieza a formar parte de nuestra vida, cuando empezamos a experimentarla, cuando la hacemos nuestra.

¿Que significa guardar el corazón?El corazón es el centro de vida de cada persona, si éste falla, morimos. El otro día escuché un audio de Vernon Mcgee que decía que Salomón, el escritor de proverbios, salmos y eclesiastés; hablaba sobre el corazón como el órgano vital mucho antes de que la misma ciencia lo estudiara; recordemos que Salomón fue el hombre más sabio de toda la tierra porque le pidió sabiduría a Dios y El le concedió su pedido.

Cuando Dios nos habla del corazón, esto comprende a todo lo que la persona es en su interior. Comprende los pensamientos y los sentimientos. Este mismo proverbio me lleva a entender que: debo poner los ojos en las cosas celestiales y no en las terrenales, en Jesucristo, llevar cautivo todo pensamiento a mi Señor y derramarle toda ansiedad. Qué ironía, la de Salomón, que él mismo escribió este proverbio y dejó que su corazón se llenara de idolatría, y se alejara de los caminos del Señor.
Cuando dejo que las cosas terrenales ocupen el espacio que le corresponde a Dios ; ahí es cuando los signos vitales de mi vida empiezan a fallar.
Cuando me alejo de la oración, cuando no le pido ayuda a mi Señor, mi fe empieza a caer y mi corazón a dar latidos cada vez más pausados.
Cuando dejo que los problemas me agobien y que el enemigo ponga en mi mente pensamientos que me culpan, condenan o lastiman; ahí pierda la paz y viene el tormento.
Cuando sucede esto, me siento muy lejos de mi Señor, de Su Presencia, aunque sé que El siempre está conmigo y lo estará hasta el fin del mundo; ahí es cuando dejo de ser libre en Cristo y vuelvo a ser esclava...allí es cuando empiezo a morir lentamente, aunque ya tenga vida eterna...me abate la tristeza.
Por eso Dios que es Sabio, dejó en Su Palabra este proverbio tan especial. Guarda tu corazón porque de él mana la vida. Mi vida es Cristo. Si me alejo de El, vuelvo atrás y empiezo a marchitarme como una flor. Pero El es fiel para hacerme recordar por medio de Su Santo Espíritu, que es lo que debo hacer para regresar. El me toma de la mano y me guía. El me susurra al oído: "Busca la paz y síguela", eso es lo que hoy mismo ha hecho. Ayudarme a encontrar la paz. El es mi paz.

Hacía días que no podía ver Su Palabra iluminada. Hoy me dió luz nuevamente. Hoy volvió a hablarme. El escuchó mi clamor, como lo hizo con David tantas veces, como lo cuenta en sus salmos. Necesitaba de El, de Su Presencia. El es muy bueno con Sus hijos.


Gracias Padre Santo porque cuando ya haz ordenado mis pasos, cuando ya me haz dado todo lo que te he pedido, cuando sanaste la enfermedad, cuando diste vida, y me doy cuenta que lo único que necesito es a ti, ahí estás con tu oído y vuelves con esa voz dulce a acompañarme para hacer que glorifique tu compañia, la luz que le das a mi entendimiento, a mi corazón para que vuelva a verte. Gracias Padre mío, tu Hijo es mi vida, en el nombre de mi amado Jesús. Amén.
Aleluya!!


Por Vale

domingo, 19 de junio de 2011

Feliz día Abba!

Padre Celestial Gracias por todo lo que me das, Gracias porque me has bendecido con toda bendición espiritual, Gracias porque me hiciste hija tuya por medio de la sangre de mi amado Salvador Jesucristo, Gracias por amarme incondicionalmente, Gracias por haber pensado en mi desde antes de la creación del mundo, Gracias por tu compañía, Gracias porque me cuidas, Gracias por todo Abba mío!, en el nombre de tu Hijo Jesucristo. Amén.

martes, 14 de junio de 2011

Sectas: Musulmanismo



"Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema."Gálatas 1.8

El Corán fue escrito mucho después de la biblia, y fue dado al profeta supuestamente por un Angel. El diablo se disfraza de Angel de Luz. Esta religión que nadie tiene que ver con el único Dios Vivo y Verdadero, lleno de amor y misericordia, es la causante de tantas vidas perdidas y muertes. Es una religión esclavizante como toda religión. Nada que ver con el evangelio de Cristo que nos da libertad liberandonos de toda esclavitud.

Israel

*Nombre dado a Jacob a su retorno de Mesopotamia, cuando hubo cruzado el torrente Jaboc, y después de su lucha con el ángel en Peniel (Gn. 32:22-32). Significa: «luchador con Dios»
"Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob.
Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob,sino Israel;porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido." Génesis 32.28

*Se da este nombre al conjunto de los descendientes de Jacob a través de toda la historia. Asumieron el nombre que le había sido dado a su padre todavía en vida de él (Gn. 34:7).
Este nombre se usa frecuentemente en la peregrinación en el desierto (Éx. 32:4; Dt. 4:1; 27:9), pero se dice también «hijos de Israel». Hasta la muerte de Saúl, estas dos expresiones, «Israel» e «hijos de Israel», tomadas en un sentido nacional, englobaban el conjunto de los hebreos, sin distinción de tribus. Pero había diversas causas, en particular las geográficas, que tendían ya a separar Judá del resto de Israel. La distinción estaba ya reconocida antes de que se efectuara la distinción entre los dos reinos (1 S. 1:8; 17:52; 18:16). (
véase JUDÁ.) En tanto que se mantuvo la monarquía unida, se mantuvo el uso del término general de «Israel» (1 R. 11:42). En el paralelismo típico de la poesía hebrea, el nombre de Israel, situado en un segundo versículo, se corresponde frecuentemente con el nombre de Jacob figurando en un primer versículo (Nm. 23:7, 10, 21; 24:5; Sal. 14:7). Después del exilio, la expresión «Israel» se refiere frecuentemente a las diversas tribus representadas en Jerusalén por el retorno de residuos de ellas (Esd. 9:1; 10:5; Neh. 9:2; 11:3; cfr. 2 Cr. 30:5-11).
Sin embargo, a partir de la escisión de Israel en dos reinos, el nombre de Israel se refiere a las diez tribus conformando el reino del norte que se independizó de la casa de David. Ya en tiempos de David hubo una escisión, a la muerte de Saúl. Las tribus del norte y del este proclamaron rey a Is-boset, hijo de Saúl, en tanto que la tribu de Judá daba su adhesión a David. Desde entonces, se da frecuentemente el nombre de «Israel» a las diez tribus. Is-boset reinó dos años, pero fue asesinado. Sin embargo, pasaron siete años más antes de que el conjunto de Israel ofreciera su lealtad a David (2 S. 2:10, 11; 5:1-5). La corriente de rivalidades persistió de tal manera que, a la muerte de Salomón, la nación quedó dividida de una manera definitiva. Diez tribus siguieron a Jeroboam en tanto que la tribu de Judá quedaba fiel a la casa de David. En cuanto a la tribu de Simeón, ésta tenía su heredad «en medio de la heredad de los hijos de Judá» (Jos. 19:1). Las diez tribus que se separaron de las dinastía davídica fueron: Rubén, Gad, la media tribu de Manasés, situadas al este del Jordán, y al oeste de este río la otra media tribu de Manasés, Efraín, Isacar, Zabulón, Neftalí, Aser, Dan, y, en último término Benjamín, de la que una parte de territorio con sus principales localidades de Bet-el, Gilgal y Jericó pertenecían al reino del norte.
Las causas de este cisma nacional fueron las siguientes:
(A) El derecho de primogenitura conferido a José (1 Cr. 5:1) y los antiguos celos entre las dos poderosas tribus de Efraín y de Judá. Esta rivalidad había llevado a una ruptura temporal en el reino, después de la muerte de Saúl. Las divergencias volvieron a evidenciarse después de la derrota de Absalón, porque Judá fue la primera tribu en dar la bienvenida al rey cuando éste volvió (2 S. 19:15, 40-43). Al embellecer Jerusalén de una manera suntuosa, Salomón dio pie a un renacimiento de los celos entre Judá y el norte, que condujo a la separación definitiva a la muerte del rey.
(B) El lujo desmesurado del soberano excitó el descontento. El pueblo gemía bajo pesadas cargas. Para sostener el esplendor de su corte, así como para la ejecución de grandes obras públicas, Salomón multiplicó los impuestos y aplicó un régimen de levas obligatorias (1 R. 4:22, 23, 26; 5:13-16).
(C) La idolatría, favorecida por los matrimonios con mujeres extranjeras (1 R. 11:1-13). La corrupción de las costumbres, alentada sutilmente por los adeptos de los falsos cultos, se infiltró por todas las clases de la sociedad. Al debilitarse la lealtad a la religión de Jehová, quedó destruido el principal factor conducente a la unidad.
(D) La insensatez de que hizo gala Roboam, al rehusar conceder al pueblo sus razonables demandas de aligeración de impuestos. La dureza real favoreció las tendencias a la desintegración, y precipitó la secesión (1 R. 12:3-5, 12-16).
El reino del norte, con sus diez tribus, tenía el doble de habitantes que Judá, y casi tres veces más extensión. Pero su situación estaba más expuesta a las invasiones, y tenía una posición menos defendible que Judá. Además, el reino del norte era una nación apóstata, y el abandono de Dios mina inexorablemente la estabilidad de los estados. En el reino del norte (Israel) el nivel era sumamente bajo, y los mejores elementos de su población renunciaron a seguir las prácticas de una religión falsa: los sacerdotes y levitas emigraron al reino de Judá (2 Cr. 11:13, 14). Siquem fue al principio la capital del reino del norte; después Tirsa; Omri fundó Samaria e hizo de ella su capital (1 R. 12:25; 14:17; 15:21; 16:23, 24). Jeroboam, primer rey de Israel del norte, temía que su pueblo, al ir a Jerusalén a adorar a Dios, se volviera al soberano de la legítima dinastía. Por esta razón erigió dos santuarios, uno en Dan, en el limite norte, y el otro en Bet-el, al sur del reino. En cada una de estas localidades, Jeroboam erigió un becerro de oro, que unió al culto de Jehová (1 R. 12:26-32). Dios hizo proclamar su juicio sobre Jeroboam y sus descendientes, a causa de esta apostasía parcial. Nadab, hijo y sucesor de Jeroboam, fue muerto por Baasa en su segundo año de reinado, y toda la descendencia de Jeroboam fue aniquilada (1 R. 15:25-31). Fueron diecinueve los reyes que se sucedieron en el trono del reino de Israel. (
véase CRONOLOGÍA.) El conjunto de sus reinados abarca 210 años; siete de estos reyes no reinaron más que dos años o menos; ocho de ellos fueron muertos o se suicidaron, pasando la corona a otras familias. Sólo en dos casos hubo cuatro miembros de la misma familia que se sucedieron en el poder real. Ninguno de estos soberanos hizo desaparecer los becerros de Bet-el y de Dan. Acab, influenciado por su mujer, la perversa e idolátrica Jezabel, llevó la apostasía a su punto más profundo, al reemplazar la adoración cismática a Jehová por el culto a Baal. Pero Dios suscitó en esta época a profetas que lucharon incesantemente, con riesgo de sus vidas, por el mantenimiento del culto a Jehová. Los más señalados fueron Elías y Eliseo. Después de la supresión del culto a Baal hubo otros profetas, particularmente Oseas y Amós, que se esforzaron en trabajar para el saneamiento moral de la nación.
Hubo numerosas guerras entre Israel y Judá. Los dos reinos solamente se aliaron cuando la dinastía de Omri ocupaba el trono de Israel; Joram, el primogénito de Josafat rey de Judá, se casó con Atalía, hija de Acab rey de Israel. La ascensión de Siria, cuya capital vino a ser Damasco, influenció de manera necesaria la política del reino de Israel, su vecino inmediato. Los dos estados guerrearon con frecuencia, pero se aliaron contra los asirios en la época de Acab. 120 años después, Siria y el reino de Israel se aliaron con el propósito de tomar Jerusalén. Acaz, rey de Judá, se atemorizó ante la perspectiva de poder perder el reino, e incluso la vida. Sin querer confiar en Jehová ni oír las exhortaciones de Isaías, no dudó en pedir socorro a Tiglat-pileser, rey de Asiria, al precio de su propia independencia. Judá tuvo que acceder a pagar un tributo anual a Asiria, y Acaz tuvo que someterse a Tiglat-pileser (2 R. 16:8-10). Este último liberó a Judá de los invasores, saqueó Israel, batió a los filisteos, puso sitio a Damasco, de la que se apoderó, y dio muerte a Rezín. El rey de Asiria deportó a los habitantes de Neftalí y a los israelitas establecidos al este del Jordán; participó en el asesinato de Peka, o lo ordenó, poniendo a Oseas en el trono del reino de Israel, hacia el año 730 a.C. Después de la muerte de Tiglat-pileser, Oseas se rebeló contra Asiria. Los ejércitos asirios volvieron a invadir el reino de Israel. En el año 722 a.C. cayó Samaria, y una gran cantidad de sus habitantes fueron llevados al cautiverio a Asiria. (Véanse CAUTIVERIO, SARGÓN.) Vinieron colonos de cinco distritos asirios a habitar en los lugares que los israelitas deportados se habían visto obligados a abandonar. Estos extranjeros, que se mezclaron con aquellos israelitas de la Palestina central que habían escapado a la deportación, dieron lugar al pueblo samaritano.
La deportación de los israelitas fue la retribución de sus pecados contra Jehová, a quien habían abandonado; se habían entregado a la adoración de dioses falsos y a seguir las costumbres de naciones paganas, influenciados por sus malvados reyes (2 R. 17:7, 8). Los israelitas, caídos en la infidelidad, habían quebrantado el pacto de Dios (2 R. 17:15; cfr. Éx. 20:22; Os. 6:7; 8:1) y menospreciado sus leyes. Su apostasía se manifestó de dos maneras: adoptaron las costumbres de las naciones rechazadas por el Señor (2 R. 17:8, 15, 17; cfr. Is. 2:13; 4:2, 11, 15; Am. 2:6-9); después se entregaron al culto de los becerros de oro, instituido por los reyes de Israel, y a la idolatría general que vino como consecuencia (2 R. 17:8, 16; Os. 8:4-6; 10:5, 8; 13:2-4). Continuaron pecando, por mucho que Dios les advirtiera mediante tribulaciones y dramáticas intervenciones (2 R. 17:13; Os. 12:10; Am. 2:9-11; 4:6-13). Su pecado provocó el cisma, el envilecimiento, el juicio. Separados de la tribu de Judá, y debilitados por ello, fueron vencidos por sus enemigos. La idolatría, la intemperancia, las disoluciones, provocaron la desmoralización de sus hombres, quitándoles la voluntad de resistir. Al carecer de carácter, de ideal moral, los soldados del Israel del norte no eran mejores que los guerreros egipcios, asirios y babilónicos.

Vocación y destino profético de Israel.
1. La vocación de Israel es la de ser el pueblo elegido, suscitado después de la triple tragedia de la caída en Edén, del Diluvio y de Babel (Gn. 2-11) para aportar al mundo la Revelación divina y el Salvador prometido. Al llamar a Abraham, Dios le promete:
(a) que él poseerá para siempre un país, Palestina,
(b) que sus descendientes serán una nación particularmente privilegiada,
(c) que ellos vendrán a ser el canal de una bendición universal (Gn. 12:1-3).
La alianza ofrecida a Abraham (Gn. 15:18; 17:3-8; 22:16-18) queda solemnemente confirmada a todo el pueblo de Israel reunido en el Sinaí (Éx. 19:4-6; 24:7-11).
Pablo resume en estos términos las insignes gracias otorgadas al pueblo elegido: A ellos pertenecen «la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas; de quienes son los patriarcas, y de los cuales, según la carne, vino Cristo, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos» (Ro. 9:4-5). Nunca podremos mostrar un suficiente reconocimiento a Israel por habernos dado las dos partes de nuestra Biblia, y por encima de todo el conocimiento del verdadero Dios y nuestro Salvador Jesucristo, pues, no se debe olvidar que «la salvación viene de los judíos» (Jn. 4:22).
2. La deportación, el retorno del exilio, la crucifixión del Mesías y la dispersión mundial de Israel. El rechazamiento de la teocracia, la desobediencia al Señor y la idolatría atrajeron el juicio sobre la nación, su pérdida de independencia nacional y la deportación para las diez tribus a Asiria, y para Judá a Babilonia (2 R. 17:1-23; 2 Cr. 36:14-21). Las diez tribus se quedaron en la dispersión, en tanto que después de 70 años una parte minoritaria de Judá volvió a Jerusalén (cfr. Esdras y Nehemías). Se emprendió la reconstrucción del templo, y la comunidad judía fue reconstituida, pero el pueblo ya jamás reencontró su unidad y el «trono de David» no fue ya restaurado. Sin embargo, a través de las pruebas del cautiverio, los judíos quedaron liberados de su tendencia hacia la idolatría y se aferraron como nunca lo hubieran hecho a la fe monoteísta. Es entre ellos que pudo nacer el Mesías. Reconocido y aceptado por el remanente, por aquellos que «esperaban la consolación de Israel» (cfr. Lc. 2:25-32, 38; Jn. 1:45, etc.) Jesús, sin embargo, no fue recibido por los suyos sino que fue finalmente crucificado (Jn 1:11; 5:18; 7:5; 8:59; 9:22; 10:31; 11:47-50; 12:10-11; 37:40; 19:6-16; cfr. Mt. 13:3, 10-15, 21-38; 22:2-7; 23:37-39; 26:59; 27:20-25; Lc. 11:29-32; 19:14, etc.). Los profetas ya habían preanunciado claramente el rechazamiento del Mesías por parte de su propio pueblo (Is. 49:7; 52:14; 53:1-8; Sal. 2:1-2; cfr. Hch. 4:25-27; Sal. 22:7; Zac. 11:12-13; 12:10, etc.). Las palabras de Cristo relacionan directamente este hecho con la destrucción de Jerusalén y la dispersión mundial de los judíos (Mt. 21:38-43; 22:7; 23:36, 38; 24:2; Lc. 19:41-44; 21:20-24; 23:28-31). La dispersión de Israel por toda la tierra, igualmente anunciada por los profetas (Dt. 4:27; 28:64, 68; Jer. 9:16; cfr. Jer. 29:14; 31:8; Is. 43:5-6), fue sumamente intensificada después de la toma de Jerusalén por parte de Tito en el año 70 d.C.
A partir de este trágico acontecimiento, se cumplen tres predicciones bíblicas de una forma maravillosa:
(a) Dios ha preservado la existencia misma de un pueblo, al que ha prometido preservar hasta el fin de los tiempos (Jer. 31:35-36; Lv. 26:44-45; Ez. 11:16);
(b) este pueblo dispersado ha conocido grandes sufrimientos, pero Dios juzgará a todos aquellos que lo hayan afligido, según Gn. 12:3; Dt. 28:65-67; Lv. 26:36, 38-39; Jer. 30:11; Os. 3:4; Zac. 2:8. Las persecuciones lanzadas sobre los judíos constituyen una vergüenza para los países pretendidamente cristianos.
(c) durante la ausencia de los judíos, Palestina quedó convertida en un desierto (Lv. 26:33-34; Dt. 29:22-25; Is. 5:6; 6:11-12; Zac. 7:14).
3. La resurrección y conversión de Israel.
Ezequiel tuvo una emocionante visión de la reunión y de la resurrección nacional de Israel, dispersado entre todas las naciones (Ez. 37:1-14). Dios ha prometido de manera formal que devolverá a su pueblo al país de sus padres (Ez. 34:13-14; 36:24; 37:25; Is. 14:1-2; 34:16-17, etc.). Parece que ha empezado a hacerlo ya bajo nuestra mirada con el retorno de judíos a Palestina. El desierto y la aridez vuelven a florecer (Is. 35:1-10; Ez. 36:10, 11, 33, 38), se han plantado millones de árboles y se está desarrollando la agricultura en el mismísimo desierto del Neguev. Esta renovación exterior prepara la conversión final de Israel a su Mesías, conversión anunciada tanto por el AT como por el NT (Ez. 36:24-27; 39:28, 29; Zac. 12:10; 13:8-9; Hch. 3:19-20; Ro. 11:11-15, 23, 25-31). Esta conversión será la señal de maravillosas bendiciones para el mundo, y el preludio del establecimiento del reino glorioso del Señor. El creyente tiene motivos para gozarse, al ver cómo los planes de Dios están empezando a materializarse, y tiene renovados motivos para orar, con fe, «por la paz de Jerusalén» (Is. 62:6, 7).
El Estado de Israel.
Desde finales del siglo XIX, los judíos han establecido en Palestina numerosas colonias agrícolas, alentadas en parte por la familia Rothschild. El movimiento Sionista, fundado en 1897, hizo mucho para preparar el retomo de los israelitas a su patria. Un impulso adicional lo fue la famosa «Declaración Balfour», prometiendo a los judíos en nombre de Su Graciosa Majestad Británica que, después de la Primera Guerra Mundial, se constituiría un Hogar Nacional Judío en la tierra de sus padres. Después de las persecuciones nazis, en las que fueron asesinados alrededor de 6 millones de judíos, hubo una corriente migratoria aún más intensa a Palestina, a pesar de la creciente oposición de los árabes y de los británicos. Finalmente, en el momento en que Inglaterra abandonaba su mandato sobre el país, era proclamada, el 15 de mayo de 1948, la independencia del Estado de Israel. Desde la conquista de Nabucodonosor, Israel había conocido 2.555 años de sometimiento y de dispersión. Sin embargo, los ejércitos de cinco naciones árabes, Líbano, Siria, Transjordania, Irak y Egipto se lanzaban al asalto de la joven nación. Las tropas de Israel pudieron resistir el embate, pero las tropas de Transjordania, mandadas por oficiales británicos, pudieron tomar la ciudad vieja de Jerusalén, y mantener los territorios de Judea y Samaria. La Organización de las Naciones Unidas intervino, y se estableció un precario armisticio en 1949. En 1956, Israel se midió con Egipto, debido al bloqueo a que los egipcios tenían sometidos a los israelitas en el golfo de Ákaba. Israel ocupó el Sinaí, que fue abandonado ante las firmes garantías internacionales de libertad de navegación. El 5 de junio de 1967, después de una serie de tensiones en aumento, y de un prolongado bloqueo del golfo de Ákaba por parte de Egipto, y ante los movimientos de tropas árabes que indicaban un ataque inminente, Israel lanzó un ataque relámpago sobre Egipto, Jordania y Siria, que en menos de una semana llevaba a sus ejércitos al canal de Suez, ocupando toda la península del Sinaí, a la conquista de toda Judea y Samaria, desalojando de allí a las tropas jordanas, liberando además la ciudad vieja de Jerusalén y devolviéndola finalmente a Israel, y desalojando a los sirios de las alturas del Golán, desde donde habían estado cañoneando intermitentemente las colonias agrícolas judías en la Alta Galilea. Nuevamente, la intervención de las Naciones Unidas impuso un armisticio, aunque Israel se negó a abandonar los territorios conquistados. Las garantías internacionales del pasado habían sido siempre papel mojado. La cuarta guerra fue la desencadenada por un ataque por sorpresa de los egipcios, cruzando el canal de Suez el 6 de octubre de 1973, con la esperanza de recuperar los territorios perdidos en 1967. Los sirios abrieron un segundo frente, apoyando este ataque. Sin embargo, la reacción israelita de cruzar a su vez el canal de Suez, cortando las líneas de aprovisionamiento del ejército egipcio, y embolsando a las tropas atacantes, produjo el hundimiento de la ofensiva. Una iniciativa de paz del presidente Anwar al-Sadat, viajando a Jerusalén para entrevistarse con el primer ministro Menahem Begin en 1978, llevó a un proceso de devolución del Sinaí, y a la firma de un tratado de paz en 1979 entre Israel y Egipto. Pero sigue habiendo tensiones entre Israel y los países árabes circundantes, especialmente con el problema del desplazamiento de los árabes palestinos, consecuencia de una guerra desencadenada por los árabes en 1948, y que, en lugar de resolver, como los judíos resolvieron el de sus refugiados en los campos de Europa después de la Segunda Guerra Mundial, han querido mantener, para instrumentalizarlo políticamente, apelando a la enorme carga emotiva que conlleva un problema humano de este tipo.
La resurrección de la nación de Israel ha conllevado la resurrección del hebreo, que era una lengua muerta, y que ahora es un idioma moderno y floreciente. La Universidad Hebrea de Jerusalén es un foco de actividad cultural de gran prestigio mundial. A pesar de sus problemas económicos, causados por los gastos militares que se ven obligados a mantener, Israel tiene una industria y agricultura boyantes, y compiten agresivamente en el mercado europeo de cítricos con países como España e Italia. Las riquezas del mar Muerto son objeto de explotación comercial, y constituyen, en lo material, la mayor riqueza de Israel.
Sin embargo, ha de llegar todavía el día en que Israel reconozca nacionalmente su mayor tesoro, el Mesías rechazado y que ha de volver. Los profetas anuncian que el día de la venida de Cristo, para Israel, vendrá precedida del día de la angustia de Jacob (véase TRIBULACIÓN [LA GRAN]). En este período, la nación pasará por durísimas pruebas, al final de las cuales aparecerá el Señor Jesucristo. Zacarías describe la emocionante escena del reconocimiento por parte de Israel de «el que traspasaron» (Zac. 12:10-14), con el profundo arrepentimiento nacional del remanente de Israel. Entonces entrará Israel en el disfrute del reino milenial bajo el reinado del Mesías, que tanto los ama, y que se dio «por la nación; y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos (Jn. 11:51, 52). (Véanse MILENIO, IGLESIA.)
La higuera infructífera, imagen usada por el Señor, maldecida por su ausencia de fruto (Mt. 21:18-19; Mr. 11:13, 21), es presentada después como parábola de Israel (
véase HIGUERA, cfr. Mt. 24:32; Mr. 13:28-30; Lc. 21:19-33; cfr. Lc. 13:6-9). Seco de muerte durante mucho tiempo, del tronco de esta nación vuelven a brotar hojas. Esto constituye un signo evidente de que la venida del Señor está cerca. (Véanse HEBREO, HISTORIA BÍBLICA, JERUSALÉN, JUDÁ, JUDÍO, y también EGIPTO, ÉXODO.)


******tomado del diccionario bíblico Vila-Escuaín.

domingo, 12 de junio de 2011

Correr "literalmente" hacia la meta


Hace más o menos un mes empecé a servir al Señor en la horita feliz de un anexo de mi Iglesia. Cuando llegamos lo primero que hacemos es ir a buscar a los chicos del barrio, casa por casa, los llevamos a la iglesia, hacemos juegos, cantamos, les damos la merienda y les enseñamos la Palabra del Señor. Al finalizar, a eso de las 5 y 30 de la tarde llevamos a los chicos de vuelta a sus hogares. Generalmente vamos 4 o 5, con el grupo de unos 30 chicos o menos, según los que asistan en ese dia. Son niños con problemas en sus casas, que en su mayoría necesitan mucha contención y más que nada conocer al Salvador. Realmente disfruto mucho de servir en ese lugar. Es poner en práctica las muchas cosas que he leído en la Palabra de Dios. Es ir un sábado cuando todos salen a pasear, a dar unas horas de nuestro tiempo a aquellos niños que tantas necesidades espirituales y también física tienen.
Ayer sucedió algo inesperado cuando regresábamos de dejar a los niños en sus casas. A una cuadra de la iglesia, tenemos que atravesar un descampado por donde pasan muchos autos que van y vienen, es una especie de avenida que lleva a salir de la ciudad. Veníamos tres mujeres y un joven de dejar a los chicos. Cruzamos al descampado para empezar a cruzarlo cuando un hombre vestido de mujer (travesti) estaba en la vereda de en frente mostrando todo su cuerpo y ofreciéndose a cada auto que pasaba. Hablaba solo y tambaleaba. Aparentemente estaba muy drogado o borracho. Empezó a acercarse a nosotros, y hablaba. Cuando de repente cruzaba la calle y diciendo maledicencias se nos venía hacia nosotros. Una de mis hermanas dijo: Corran!
Me di vuelta y este hombre se me venía encima. Tarde... empecé a correr. Cruzamos el descampado corriendo a todo lo que nos daban nuestras fuerzas. Yo iba última y corriendo miraba hacia atrás mío y este hombre gritando todo tipo de males y amenazas me pisaba los talones de los pies. Ay, Señor mío! En ese momento, no podía creer lo que estaba sucediendo! Parecía un demonio enfurecido que quería destrozarme. Cuando llegué a la esquina ni miré los semáforos, los cuales según una de mis hermanas, estaban en verde. Crucé como pude. Llegamos a la iglesia sanos y salvos. Este hombre maldito había dejado de seguirnos en el semáforo.
Cuando vuelvo a casa lo hago en colectivo pero pedí a uno de mis hermanos que me llevara en su auto. Subimos al auto y en uno de los semáforos que se puso en rojo, ahí estaba en la esquina, como si nada este mal viviente ofreciéndose a todo cual pasaba. Se hizo tan largo el cambio de rojo a verde. Todavía temblaba de miedo. El se olvidó en un instante de nosotros, pero en cambio, nosotros jamás vamos a olvidar aquel mal momento y lo que hubiera sido si me hubiera alcanzado.

Fue un gran susto. Un susto que al menos a mi, y sé que también a mis hermanos, nos llevó a pensar en muchas cosas. Siento que el Señor nos dejó una enseñanza a cada uno, en ese día. Lo que aprendí fue, que no debo dejarme llevar por mi propia prudencia, como dice el proverbio 3.5. Cuando me digan: Corre!, debo correr, cuando me digan: No mires!, no debo mirar. Debemos ser más cautelosos en el terreno en que nos movemos.
También me di cuenta del poder de Satanás. El estado en el que estaba este hombre, era deplorable. El diablo puede fácilmente manipular a personas en esos estados para sus propios fines. Aún recuerdo su voz atrás mío como de muchas voces enojadas que me amenazaban de muerte. Me hizo recordar al endemoniado gadareno, del cual Jesús quitó una legión que vivía en este hombre (una legión son 6000 demonios).
Seguramente algo bueno debemos estar haciendo, algún cambio se debe estar produciendo en las vidas de estos niños, como para que el diablo nos ataque así. Además viene a mi mente una de las palabras de mi Señor, cuando dió el sermón en el monte: "Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan"
También me hizo recordar a que somos luz, y la luz le molesta a los que viven en oscuridad, así le sucedió a nuestro amado Señor Jesús. El enemigo siempre va a tratar de poner trabas y acecharnos de todas las maneras posibles para que no andemos en las obras que nuestro Creador nos ha dado.
Lo más precioso es que mi Amado no permitió que nada nos suceda,sino que hizo que nuestras piernas sean fuertes, que corran rápidamente, no permitió que tropezáramos y que aquel nos alcanzara. El siempre está cuidando a Sus hijos.
Me llevó también a pensar en los misioneros. Esto es nada más que un principio. Me hizo dar cuenta que hay tanta necesidad acá como en cualquier lugar del mundo y que el peligro es el mismo acá que allá. Siendo hijos de Dios, los peligros van a existir siempre, porque estamos llevando el evangelio de Salvación.
Como me dijo una de mis hermanas ayer en un mensaje que me mando al celular: A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.

Aquí les dejo este salmo,en alabanza a mi Señor:

"1 Alzaré mis ojos a los montes;
¿De dónde vendrá mi socorro?
2 Mi socorro viene de Jehová,
Que hizo los cielos y la tierra.
3 No dará tu pie al resbaladero,
Ni se dormirá el que te guarda.
4 He aquí, no se adormecerá ni dormirá
El que guarda a Israel.
5 Jehová es tu guardador;
Jehová es tu sombra a tu mano derecha.
6 El sol no te fatigará de día,
Ni la luna de noche.
7 Jehová te guardará de todo mal;
El guardará tu alma.
8 Jehová guardará tu salida y tu entrada
Desde ahora y para siempre."

Salmo 121

Gracias Padre por guardar mi entrada y mi salida, por guardar mi pies de tropiezo, en el nombre de Jesucristo. Amén.

viernes, 10 de junio de 2011

Las bendiciones espirituales de cada día


Les voy a contar algo que me sucedió hoy. Hoy Dios me habló. El fue tan dulce como siempre. Para esto, tengo que volver al momento en que el Señor se manifestó a mi vida y me salvó. Siempre volvemos a ese instante tan especial para todos los que han sido redimidos por el perdón del Señor Jesucristo. Allí es cuando nos saca del Reino de las tinieblas para sentarnos en lugares celestiales en el Reino de los cielos. Allí nos quita el velo. Recuerdo que aquella noche dormí en Sus brazos y me consolaba mientras me mostraba como era la realidad de las cosas. Me hizo dar cuenta que la mayoría de las personas que conocía, al igual que yo en otro tiempo, se estaban yendo directamente al infierno. Lloré por todos ellos, también por las personas que alguna vez había conocido y por los que no conozco; por todos los que no tienen a Cristo en su vida. Por todos que son esclavos del Diablo, que pertenecen a su reino sin que lo sepan. En ese instante me estaba mostrando cual es el don que ha puesto en mi. Es el de evangelizar. La biblia dice que cuando Cristo nos perdona, y creemos en El, Dios nos sella con el Espíritu Santo y junto a ese sello Dios nos entrega uno o más dones, pero uno seguro.
Desde el día de mi Salvación es que no dejo de predicar el evangelio de Jesucristo, ya sea hablando, entregando un tratado evangélico (un folleto que es como una invitación que lleva la dirección de mi iglesia), enviando mails a personas, por chat, incluso en este mismo blog. Cada día le pido al Señor que me utilice para llegar a las personas, que les hable por medio del Espíritu Santo que habita en mi, que los convenza de pecado, justicia y juicio. Agradezco al Padre por este amor que ha puesto en mi, por esta preocupación por las almas de las personas. Además quien conoce a Jesús entiende muy bien de que se trata ser salvado por El. Ese encuentro jamás se olvida, un encuentro que no termina, sino que cada día va en aumento el conocimiento de nuestro maravilloso Señor y Su presencia se hace más evidente cuanto más cerca de El estamos. Todo creyente en Cristo se regocija de Su Dios y con alegría les habla de las maravillas que ha hecho Dios en Sus vidas. Predicar la Palabra de Dios es un mandato de nuestro Señor Jesucristo pero también es un don especial, como los hay otros dones que El nos ha dado a cada creyente, repartió como El quiso.Cuando usamos el don que El nos ha dado, esto nos llena de gozo, porque El servirle a quien dió Su vida por nosotros, nos produce alegría e inclusive sentimos que nunca vamos a terminar de pagar lo que El ha hecho, hace y hará.
Bueno les voy a contar lo que hoy me sucedió. Hoy estaba yendo al instituto biblico de mi Iglesia, y generalmente en el camino hasta allá voy entregando tratados a las personas que cruzo en la calle. Le di uno a una chica que bajaba de una bicicleta y entraba a un negocio. Lo agarró, me dijo gracias y entró allí. Caminé como dos cuadras y esta chica me alcanzó en su bicicleta, se bajó y empezó a caminar a mi lado. Me preguntó a qué iglesia iba porque ella también era cristiana y nos pusimos a charlar.Solo Dios hace esto, que las personas se unan. Así es el pueblo del Señor, es un pueblo unido por Su Santo Espíritu. Me contaba que cuando le entregué el tratado le hice acordar a su amiga que sale a todos lados con tratados. Le pregunté cual era su don y me contó que era el de animar, que le gustaba acompañar a las personas que recién estaban conociendo al Señor. Se sube a su bicicleta y casi yendose me dijo: en realidad vine a animarte a que sigas entregando esos papelitos porque personas que hacen eso no son muchas y es muy importante. Y se fue. Su nombre era Victoria. Sentí que el Señor me acariciaba el corazón. Empezaron a correr lágrimas por mis mejillas y agradecía a Dios. Toda la gloria a El.¿Porqué? Porque en oración le he preguntado a Dios sobre mis dones y que me ayude a desarrollarlos. Fue una confirmación, fue como si el Señor mismo me hubiera dicho: Valeria seguí haciendo lo que estás haciendo, seguí preocupándote porque las personas me conozcan, no apagues esa llama que hay en ti. El me habló. Las coincidencias no existen. Dios todo lo controla, el Señor siempre suple nuestras necesidades espirituales. La mayoría de las veces cuando les hablo a las personas de Dios, espero que se den cuenta que esta buena noticia(el evangelio) que están recibiendo, proviene del Reino de los cielos, pero esta vez, el Señor me sorprendió a mi. Hoy recibí sin esperarlo. Victoria usó su don y yo recibí una hermosa bendición que me llevó a alabar a mi Padre Todopoderoso.

Gracias Padre porque tu me sorprendes cada día, gracias por animarme, gracias por hablarme Señor mío, gracias por haberme bendicido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales, gracias por todo, en el nombre del Señor Jesucristo. Amén.

2 videos ilustrativos del Amor de Dios















Gracias Padre Amado por haber enviado a Tu Hijo Jesús a que me saque de aquel hoyo, gracias Señor por tu gran amor con que me haz amado, gracias Señor por hacerme libre, porque hay paz en mi corazón porque ya no lucho contigo, sino que ahora soy Tu hija, gracias por todo lo que haz hecho por mi en el nombre de mi amado Señor Jesucristo. Amén.


miércoles, 8 de junio de 2011

Rasgando el velo

Teniendo libertad para entrar en el santuario por la sangre de Jesús. Hebreos 10 19

Entre los dichos famosos de los padres de la Iglesia ninguno es tan famoso como aquel de Agustín: "Tú nos hiciste para tí, y nuestros corazones no descansarán tranquilos hasta que no descansen en tí."El eminente santo expresa aquí, en pocas palabras, el origen y la vida interior de la raza
humana. Dios nos hizo para sí, y esta es la única explicación que satisface el corazón del hombre que piensa, no importa lo que diga su razón. Si la falta de cultura y la perversidad hacen que alguien piense de otro modo, y llegue a otra conclusión, hay poco que algún cristiano pueda hacer por él. Para tal persona no tengo ningún mensaje. Me dirijo a los que han sido enseñados en secreto por la sabiduría de Dios; me dirijo a los corazones sedientos, que han sido despertados
por el toque de Dios en su fuero íntimo, y que no necesitan pruebas para saber lo que ha ocurrido muy adentro de sus almas. La inquietud de su corazón es toda la evidencia que necesitan.Dios nos hizo para sí. El Compendio de Catecismo "aprobado por la Sagrada Asamblea de Westminster," según consta en los textos de la Nueva Inglaterra, contiene las antiguas preguntas qué y por qué, y contesta con una sola frase que difícilmente podría ser superada en obras no inspiradas. Pregunta "¿Cuál es el fin principal de la existencia del hombre?" Respuesta "El fin principal de la existencia del hombre es glorificar a Dios y gozar de su presencia por
siempre jamás"' Concuerdan con esto los veinticuatro ancianos que cayeron sobre sus rostros y adoraron a aquel que vive y vivirá por los siglo de los siglos, diciendo, "Señor, digno eres de recibir gloria, y honra y virtud; porque tú criaste todas las cosas, y por tu voluntad tienen ser y
fueron criadas" (Apocalipsis 4:11).Dios nos hizo para su placer, y nos hizo de tal manera que es posible para nosotros y él gustar de la dulce comunión de los seres afines Esto significa para nosotros poder verle, caminar
en compañía de él y gustar de su sonrisa. Pero nosotros nos hemos hecho culpables de esa "vil sublevación" de que habla Millón en El Paraíso Perdido respecto de Satán y sus ángeles. Nos hemos separado de Dios. Hemos dejado de obedecerle y amarle, y a causa de nuestra culpa y el miedo que se apoderó de nosotros, hemos huido de él cuan lejos pudimos.
Pero, ¿quién puede huir de su presencia cuando los cielos, y los cielos de los cielos no pueden contenerle? Cuando como lo dice el sabio Salomón "el Espíritu del Señor llena la tierra!' La omnipresencia de Dios es una cosa, y es un hecho solemne, necesario para su perfección.
Pero la manifestación de su presencia es otra cosa muy distinta. Y hemos huido de la presencia de Dios, como huyó Adán cuando se ocultó entre los árboles del huerto, o hemos exclamado como Pedro, "¡Apártate de mí, Señor, que soy hombre pecador!"
Así es como el hombre vive en la tierra alejado de la presencia de Dios, y por
consiguiente, sin disfrutar del sitio que le corresponde. La pérdida de ese estado y condición para que fuera creado, es la causa de su incesante desasosiego.
La obra completa de Dios en la redención tiene por objeto desbaratar los efectos de aquella vil sublevación, y ponernos otra vez en correcta y eterna relación con él. Para eso es necesario que nos despojemos de nuestros pecados, que se efectúe la entera reconciliación con Dios y vivamos de nuevo en su presencia como antes. La gracia preveniente de Dios es la que nos induce a buscarle
y volver a su presencia. Esta gracia la notamos cuando hay inquietud y hambre en nuestro corazón, y nos sentimos impulsados a decir, "Me levantaré, e iré a mi Padre, y le diré: Padre, he pecado." Esta decisión es el primer paso, y como dijo el sabio chino Lao-Tsé, la ruta de mil millas comienza siempre con un paso"
El viaje interior del alma desde las malezas del pecado hasta la presencia de Dios lo
tenemos ilustrado hermosamente en el Tabernáculo del Antiguo Testamento. Cuando el pecador se acercaba a Dios entraba primeramente al atrio, donde ofrecía una víctima, inmolada en el altar de bronce. Enseguida se lavaba en la fuente, también de bronce, que estaba al lado del altar.
Luego entraba al lugar santo, que no tenía más luz que la del candelabro de siete brazos,emblema de Jesucristo, la luz del mundo. En el lugar santo se hallaban también la mesa de los panes, figura de Cristo, el Pan de vida, y el altar de oro, donde se quemaba el incienso continuamente,figura de las incesantes oraciones.
Aun cuando un creyente se goce estando en el culto, eso no quiere decir que ha entrado a la presencia de Dios. Hay otro velo que separa el lugar santo del santísimo. En el lugar santísimo se hallaba el arca del pacto, toda recubierta de oro, con los querubines de gloria, también de oro.
Sobre la tapa del arca, llamada el propiciatorio, se manifestaba la gloria de Dios. Mientras el Tabernáculo estuvo en funciones, solo el sumo sacerdote, y una vez al año, podía entrar a este lugar santísimo, y no sin sangre, que ofrecía por sus propios pecados y los de todo el pueblo.
Este velo espeso fue el que se rasgó en dos, de alto a abajo cuando Jesús murió en la cruz El escritor sagrado nos dice que este velo rasgado indica que ahora está abierto y libre el camino al cielo, por medio del cuerpo de Cristo abierto en la cruz.
Todo lo que enseña el Nuevo Testamento concuerda con el Antiguo. Los redimidos de
hoy no tienen por qué tener miedo de entrar al lugar santísimo. Dios quiere que nos abramos paso hasta su presencia, y que pasemos toda la vida allí. Y esto debe ser para nosotros una experiencia conciente. Una vida que se vive, cada día, más que una mera doctrina que se cree.
La luz que brillaba sobre el propiciatorio (Éxodo 40:34-38) era la manifestación visible de la presencia de Dios y el emblema de la orden de los levitas. Sin ella todo el culto del Tabernáculo y todo el sistema sacerdotal levítico carecerían de significado para Israel y para nosotros. Lo más importante del Tabernáculo era que la presencia de Jehová estaba allí. Allí,detrás del pesado velo, estaba Dios. Del mismo modo la presencia de Cristo en el alma del creyente es el hecho más importante del cristianismo. En el corazón del mensaje del evangelio está el propio Dios en persona, esperando que sus redimidos lo acepten y se den cuenta de su
presencia. La clase de cristianismo actualmente de moda parece tener una noción solamente teórica de la presencia de Dios. Los que lo enseñan no parecen entender el privilegio que tiene el cristiano de saber que cuenta con la presencia de Dios. Se dice que estamos en la divina presencia posicionalmente, pero nada se menciona de la necesidad de estar en esa presencia experimentalmente. El fervor ardiente que inflamó a tantos hombres de Dios en el pasado parece haber desaparecido completamente. La actual generación de cristianos se mide a sí misma por
esta medida imperfecta. Un contentamiento innoble ha reemplazado al celo ardiente. Nos declaramos satisfechos con nuestras posiciones legales y poco nos importa la presencia o no presencia de Dios en nuestra vida.
¿Quién es éste que brilla detrás del velo con llamas ardientes? No es otro que Dios
mismo, "el Dios Todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra y de todas las cosas visibles e invisibles!' Y, "un solo Señor Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, que estuvo con el Padre antes de la creación de los mundos; Dios de dioses, luz de luces, el propio Dios, engendrado por el Padre, no hecho por él, pues es de la misma sustancia del Padre'.' Y, "el Espíritu Santo, Señor y Dador de la vida, que procede del Padre y del Hijo, el cual juntamente con el Padre y el Hijo, es adorado y glorificado, constituyendo un solo Trino Dios, la Trinidad unificada; sin confundir las personas ni separar la sustancia. Porque el Padre constituye una persona, el Hijo otra, y otra el Espíritu Santo, con la misma gloria y la misma eterna majestad." Así rezan los antiguos credos, y lo mismo declara la inspirada Palabra de Dios, la Biblia.
Detrás del velo está Dios. Ese Dios en pos del cual, con extraña inconsistencia, el mundo ha seguido en busca a ver si "por casualidad" daba con él. Dios se ha revelado en la naturaleza, y más perfectamente en la encarnación. Ahora quiere revelarse en plenitud a los humildes de alma y puros de corazón.
El mundo está pereciendo porque no conoce a Dios, y la iglesia languidece porque no
goza de su presencia. La cura inmediata de todos nuestros males espirituales sería entrar a disfrutar de la presencia de Dios, y comprender que él está en nosotros y nosotros en él. Esto nos sacaría de nuestra lamentable estrechez y ensancharía nuestros corazones. Quemaría las impurezas de nuestra vida como quema los insectos y los hongos el fuego que estalla en el
zarzal.
¡Cuan vasto mundo para recorrer y cuan inmenso mar para nadar es el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo! Es eterno, lo cual significa que su existencia es anterior a los tiempos y estos no lo afectan en nada. El tiempo comienza y termina con él. Es inmutable, lo cual quiere decir que nunca ha cambiado y que no puede cambiar en la más ligera medida. Para cambiar tendría que pasar de lo mejor a lo peor o de lo peor a lo mejor. El no puede pasar jamás por ningún cambio de esa clase, porque siendo como es, perfecto, no puede ser más perfecto; y si llegase a ser menos perfecto ya no sería Dios. Dios es omnisciente, y esto significa que sin esfuerzo alguno él ve y conoce todo lo que existe y todo lo que ocurre. Para él no hay pasado ni
futuro. El es lo que es y no se le puede aplicar ninguna de las otras calificaciones que se aplican a los seres creados. El amor, la misericordia y la justicia son suyas en grado perfecto, y su santidad es tan inefable que es imposible compararla con nada más, ni hay palabras capaces de expresarla.
El fuego es lo único que puede darnos remotamente una vaga idea de ello. En la zarza que vio Moisés apareció en forma de llamas; en el prolongado viaje por el desierto se mostró en forma de columna de humo de día y de fuego de noche. El fuego que ardía entre las alas de los querubines, recibía el nombre de shekinah, que significa "presencia." Así se manifestó Dios durante los años prósperos y felices de Israel. Y cuando la antigua dispensación fue reemplazada por la nueva, en
el día de Pentecostés, descendió en forma de lenguas de fuego que se asentaron sobre los discípulos.
Spinoza habló acerca del amor intelectual de Dios. Pero el más alto grado del amor de
Dios no es intelectual, sino espiritual. Dios es espíritu, y únicamente el espíritu del hombre puede llegar a conocerlo en realidad. El fuego divino debe arder en las profundidades del espíritu del hombre. Al no ser así, el amor del hombre no puede ser verdadero amor de Dios. Los grandes en el Reino de Dios son aquellos que lo han amado a El en el espíritu más que otros. Nosotros sabemos quiénes han sido éstos, y les rendimos el tributo de nuestra admiración. Basta que nos detengamos un minuto a pensar en ellos para que sus nombres desfilen ante nosotros con un perfume de mirra, casia y áloe.
Federico Faber fue una de esas almas que ansiaba conocer a Dios, y vivir cerca de él,
como el corzo ansia las aguas para beber de ellas. Y la manera en que Dios se revela al corazón que le busca, inflama toda la vida del hombre, con un deseo tal de adorarle que rivaliza con el de los mismos serafines. El amor que siente por Dios se extiende a las otras personas del Dios trino,pero sabe sentir un amor especial por cada una de ellas. A Dios el Padre le canta:Solo el pensar en ti, mi Dios,
¡cuánto placer me da!
Solo tu nombre mencionar,
trae felicidad.
Padre de Cristo, don de amor,
bien puedo imaginar
La dicha inmensa que dará
tu rostro contemplar.
Su amor por Jesucristo era tan intenso que amenazó con consumirlo; ardía en él como una dulce y santa locura, y fluía de sus labios como oro derretido. Dice en uno de sus sermones, "Dondequiera que miremos en la iglesia, allí está Jesús. El es el principio, el medio y el final de todo. No hay nada bueno, nada santo, nada hermoso, nada deleitable, que El no lo dé a sus
siervos. Nadie necesita ser pobre, porque si él lo quiere, Jesús puede ser suyo. Nadie necesita abatirse, porque Jesús es el gozo del cielo, y lo que él más desea, es entrar en los corazones tristes. Podemos exagerar muchas cosas, pero jamás las obligaciones que tenemos para con él, ni la abundancia del amor que él tiene para nosotros. Podemos estar toda la vida hablando de Jesús,y aún no agotaríamos todo lo bello que podemos decir de él. La eternidad no bastará para llegar a
conocerlo por completo, ni para alabarle por todo lo que ha hecho por nosotros. Pero eso no importa, porque de todos modos estaremos siempre con él, y no queremos hacer otra cosa."Luego, dirigiéndose al Señor, dice:
Te amo tanto, Salvador,
prendado estoy de ti.
Tu amor es fuego abrasador
que me consume a mí.
El ardiente amor de Faber se extendía también al Espíritu Santo. No solo reconocía la igualdad del Espíritu con el Padre y el Hijo, sino que también lo celebraba en sus cantos y oraciones. Se inclinaba literalmente, hasta tocar el suelo con su frente cuando celebraba un férvido culto a la tercera Persona de la Trinidad. En uno de los grandes himnos que dedicó al Espíritu Santo, dice:'Espíritu Santo, sin par tu incomparable amor jamás lo podré yo explicar al pobre pecador.
Aun a riesgo de cansar al lector, he hecho estas acotaciones para señalar que Dios es tan maravilloso, tan completamente deleitoso, que sin ninguna otra cosa mas que su presencia, puede satisfacer los más exigentes anhelos de la naturaleza humana, por más exigente que ésta sea. La adoración y el culto que Faber practicaba (y él pertenece a esa gran compañía que nadie puede contar) no es de las que se adquieren por el mero conocimiento intelectual. Los corazones capaces de quebrantarse hasta lo sumo, movidos por el amor al Dios trino y único, son aquellos que han estado en presencia de la Deidad, y la han contemplado con ojos despejados. Los hombres de corazón quebrantado son incomprensibles para la gente común. Ellos hablan
habitualmente con autoridad espiritual. Han estado en la presencia de Dios, y hablan de lo que han visto allí. Son profetas, no escribas. El escriba habla de lo que ha leído; el profeta relata lo que ha visto.
Esta distinción no es imaginaria. Entre el escriba que ha leído y el profeta que ha visto hay una separación abismal. Hoy en día tenemos infinidad de escribas, pero muy pocos profetas.La voz estridente de los escribas aturde a los oídos de la iglesia, pero ¿dónde está la voz suave de los profetas que han pasado más allá del velo, y han echado un vistazo a esa Maravilla que es Dios? Y tengamos en cuenta, este privilegio de entrar adentro del velo hasta la santa presencia,
es el derecho de cada hijo de Dios en el día presente.
Habiendo desaparecido el velo de separación, por el cuerpo desgarrado de Cristo, y no
habiendo por parte de Dios ningún impedimento para acercarnos a él, ¿por qué es que nos mantenemos afuera? ¿Por qué nos conformamos con vivir en el atrio, cuando podemos entrar hasta el lugar santísimo?
Le oímos decir al novio, "Déjame ver tu rostro, déjame oír tu voz, porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto" (Cantares 2:14).Nos damos cuenta que estas palabras se dirigen a nosotros, sin embargo, tardamos en responder a ellas. Pasan los años, nos envejecemos, y nos cansamos de merodear por el patio exterior. ¿Qué es lo que nos impide entrar?
La respuesta que se da generalmente es que "estamos fríos" pero esto no explica la
realidad de las cosas. Lo que ocurre es algo más grave que la frialdad del corazón. Hay algo que está oculto y que provoca esa frialdad. ¿Qué es ese algo? No es otra cosa que el velo de separación que conservamos en el corazón. Este velo impide que veamos el rostro de Dios. Y no es otro que el velo de nuestra naturaleza humana caída, que aún no ha sido juzgada, crucificada y repudiada dentro de nosotros. Es el velo, de la supervivencia de nuestro "yo," que nunca hemos querido doblegar, y que no hemos sometido a la crucifixión. Este velo sombrío nada tiene de misterioso, ni es difícil identificarlo. Basta que echemos una mirada a nuestro corazón para que
lo veamos, recosido y remendado y reinstalado, verdadero enemigo de nuestra vida y real impedimento de nuestro progreso espiritual.
Este velo no es bonito, y no nos gusta hablar de él. Pero me estoy dirigiendo a almas sedientas que se han determinado seguir a Dios, y yo sé que ellas no se volverán atrás porque el camino pasa a través de cerros sombríos. La urgencia de Dios que sienten en su interior los impulsará a seguir. Harán frente a los hechos, por desagradables que éstos sean, y soportarán la carga de la cruz por el gozo que les espera. Por eso me atrevo a mencionar los hilos con los cuales se ha
tejido ese velo interior.
Está entretejido con los delicados hilos del egoísmo, cruzados con los pecados del
espíritu humano. Esto no es algo que nosotros hacemos, sino algo que nosotros somos, y en esto reside su sutileza y poder.
Para ser específicos, estos pecados del ser interior son la justificación propia, la propia conmiseración, la autosuficiencia, la admiración de sí mismo y el amor propio. Y otra cantidad de pecados semejantes. Ellos están tan profundamente metidos en nuestra naturaleza, y son tan semejantes a nuestro modo de ser que es muy difícil verlos, hasta que la luz de Dios se enfoca sobre ellos. Las manifestaciones más groseras de estos pecados, egoísmo, exhibicionismo, auto
alabanza, que exhiben aun grandes líderes cristianos, son toleradas en los círculos más ortodoxos, aunque parezca extraño que lo digamos. Muchas personas llegan hasta identificarlos con el evangelio. No es cinismo decir que dichas cualidades han llegado a ser requisito imprescindible para lograr popularidad y prestigio. La exaltación del individuo, más que la de Cristo, es tan común que a nadie le llama ya la atención.

Podría suponerse que la correcta enseñanza de la depravación humana y la justificación en Cristo, nos librarían de estos feos pecados, pero no es así. El pecado del yoísmo es tan presuntuoso que puede medrar al lado mismo del altar. Puede ver morir a la sangrante Víctima,sin inmutarse en lo más mínimo. Puede defender con calor las doctrinas fundamentales y predicar con elocuencia la salvación por gracia, y sentirse halagado por estos esfuerzos. Hasta el mismo deseo de buscar a Dios parece servir para que el yoísmo se afirme y crezca.
El "yo" es el velo opaco que nos oculta el rostro de Dios. Lo único que puede quitarlo es la experiencia espiritual, nunca la instrucción religiosa. Tratar de hacerlo así es como querer curar el cáncer con tratados de medicina. Antes que seamos librados de ese velo, Dios tiene que hacer una obra destructiva en nosotros. Tenemos que invitar a la cruz que haga su obra dentro de nosotros. Debemos poner nuestros pecados del "yo" personal delante de la cruz para que sean
juzgados. Debemos estar dispuestos a sufrir cierta clase de sufrimientos, tales como los que sufrió Jesús cuando estuvo delante de Pilato.
Tengamos en cuenta que al hablar de rasgar el velo, estamos usando una figura poética
que es placentera, pero la experiencia real en sí nada tiene de agradable. En la experiencia humana ese velo se forma de tejidos espirituales vivientes; está constituido de ese material sensible y vacilante que es nuestro ser. Cualquier cosa que lo toca nos hiere a nosotros con vivo
dolor. Arrancar ese velo es hacernos daño, nos lastima y nos hace sangrar. Decir otra cosa es hacer que la cruz no sea cruz y la muerte no. sea muerte. Nunca será divertido morir. Desgarrar la tela de que está compuesta la vida nunca dejará de ser doloroso. Pero eso es lo que la cruz significó para Jesús y es lo que debe significar para nosotros.
Tengamos cuidado de no tratar chapuceramente con nuestra vida interior con la esperanza de rasgar nosotros mismos el velo. Dios tiene que hacer eso. La parte nuestra debe ser entregarnos y confiar. Debemos confesar, desechar, resistir nuestros antojos y egoísmos, y darnos por co-crucificados con Cristo. Pero esta co-crucifixión no debe ser una laxa "aceptación" de Cristo, sino una verdadera obra hecha por Dios. No podemos conformarnos solamente con creer en una bonita y agradable doctrina de la crucifixión del yo. Si esto hiciéramos, estaríamos
imitando a Saúl, que sacrificó algunas cosas, pero reservó para sí lo mejor del despojo.Insistamos en que la obra sea hecha conforme a la mejor doctrina y también en la más completa realidad. La cruz es tosca, y mortal, pero es efectiva. No deja a las víctimas colgando indefinidamente de ella. Llega el momento cuando la obra queda consumada y la víctima muere.
Es después de la muerte que viene el gozo de la resurrección y la alegría de ver rasgado el velo.
Entonces olvidamos los dolores que ha costado, y disfrutamos de la gloria de la presencia del Dios vivo. Señor, ¡cuan preciosos son tus caminos, y cuan inciertos y sombríos son los nuestros!
Enséñanos a morir, para que nos levantemos después a novedad de vida. Rasga de alto a abajo el
velo de nuestro egoísmo, como rasgaste en dos el velo del templo. Nosotros nos acercaremos a tí
en plena certidumbre de fe. Moraremos diariamente contigo aquí en la tierra, para
acostumbrarnos a la gloria del cielo cuando lleguemos allá, para estar eternamente a tu lado. En
el nombre de Jesús, amén.
***

tomado del capítulo III del libro "Búsqueda de Dios" de A.W.Tozer

jueves, 2 de junio de 2011

La vida cristiana llena de Gozo

Por John MacArthur

A todas las personas les gusta ser felices – ser llenos de júbilo, sentirse bien, y estar en la cima de todo. No hay nada malo con eso. Dios quiere personas felices, entusiasmadas, felices, y animadas. El problema consiste en cómo se genera la felicidad. Algunas personas piensan que encontrarán eso en una botella de licor o en un narcótico. Pero ninguno de ellas es la fuente cristiana de gozo.

Efesios 5:18 dice: “no os embraguéis con vino en lo cual hay disolución”. Pablo no intenta probar que la embriaguez es incompatible con el cristianismo, él simplemente da un mandato. Una vez que una persona se convierte en cristiano, se despide de la vida que una vez vivió de libertinaje de borrachos – la vida de fiesta no tiene lugar en la vida de un creyente.

Ahora, sé lo que usted piensa: “John, ¿usted va a darme un sermón sobre los males del alcohol? ¡Eso es predicar a varias voces!” ¿Es así? Un estudio que encontré dijo que casi 14 millones de estadounidenses el año pasado estaban clasificados como alcohólicos o abusadores del alcohol – eso es aproximadamente 1 de cada 13 adultos. Millones más regularmente se involucran en parrandas beben o abusan del alcohol y mas del 50 por ciento de lo estadounidenses informan que uno o más de sus parientes cercanos tienen un problema con la bebida. Con figuras como esas, ¿cree usted que algunas de esas personas ahora podrían asistir a su iglesia? ¿Es usted alguna de esas personas?

No le sermonearé sobre los peligros del alcohol – usted es indudablemente y dolorosamente consciente del problema. La ebriedad causa violencia, accidentes, abuso, y deudas, y pagamos millones de dólares en dinero de impuestos para limpiar las ruinas. La falta de sobriedad demanda una cuota tremenda en nuestra sociedad, tanto directamente como indirectamente.

El Espíritu y la Botella

Así que si los cristianos no deben emborracharse con vino, ¿dónde encuentran alegría y felicidad? La respuesta está en la segunda parte de Efesios 5:18: “no os embraguéis con vino en lo cual hay disolución, antes bien sed llenos del Espíritu” (énfasis añadido). Sus emociones, su euforia, y su felicidad deberían ser el resultado de ser lleno del Espíritu Santo, no de ser lleno de vino.

Usted podría escandalizarse por el lenguaje de ese versículo. Suena como si Pablo dijera que deberíamos emborracharnos con el Espíritu Santo. De hecho, los observadores del comportamiento exuberante de los apóstoles en Pentecostés equivocadamente concluyeron que habían estado zambulléndose en los odres muy temprano en la mañana (vea Hechos 2:1-4, 13-18). Pero aquí está la idea: Ser lleno con el Espíritu da como resultado en un comportamiento marcado por gozo, audacia, y una falta de cohibición. Aun una persona apacible puede volverse atrevida y sin miedo al vivir bajo la influencia del Espíritu Santo.

Eso suena como cuando una persona se emborracha, ¿no es así? Pero Pablo realmente hace un contraste, no una comparación, entre el vino y el Espíritu Santo. El vino controla a una persona completamente y produce maldad en su corazón y vida. El Espíritu Santo también controla completamente, pero El le capacita en la verdadera justicia. La influencia del Espíritu provee un combustible divino para una vida diferente, libre, desinhibida vivida para la gloria de Dios.

Sed Lleno

Usted notará que Efesios 5:18 tiene un mandamiento positivo: “Sed lleno del Espíritu”. ¿Qué quiere decir eso? Primero, déjeme decirle lo que no quiere decir eso. Llenarse del Espíritu no tiene la intención de ser habitados, ó ser bautizados en, ó ser sellados por el Espíritu Santo.


Pablo nunca dice, “sed habitados por el Espíritu”. Si usted es un cristiano, el Espíritu ya vive en usted (1 Cor. 6:19).
Pablo nunca dice: “sed bautizados en el Espíritu”. Si usted es un cristiano, usted fue bautizado en El en su conversión (1 Cor. 12:13).

Pablo nunca dice: “sed sellado con el Espíritu”. Si usted es un cristiano, usted ya ha sido sellado con el Espíritu (Efes. 1:13).

Todos los tres acontecimientos ocurrieron al momento en que usted fue salvado.

En lugar de eso, el mandato de Pablo tiene a la vista nuestra santificación. Aunque suena un poco raro en inglés, el verbo griego significa “sed continuamente lleno” o “sed mantenidos llenos”. Él realmente dice: “dejen continuamente al Espíritu de Dios – quién está ya está en usted – que los controle. No es una segunda obra de gracia, una antigua experiencia, o un paso a un nivel más alto. Es la experiencia continua, en el curso de la vida cristiana.

Ríndase y Sométase

Llenarse del Espíritu Santo quiere decir que usted continuamente rinde su voluntad, mente, cuerpo, tiempo, talentos, y tesoros – cada área de su vida – a Su control. El contexto muestra que cada área de su vida será afectada cuando usted sea lleno del Espíritu. Note cómo la persona llena de Espíritu se somete a los demás (5:21–6:9). La esposa llena del Espíritu se somete a su marido. El marido lleno del Espíritu ama a su esposa. Los niños llenos del Espíritu obedecen a sus padres. Un padre lleno del Espíritu no provoca a sus niños a ira. Un empleado lleno del Espíritu trabaja diligentemente para su patrón. Un patrón lleno del Espíritu es justo con sus empleados. Todas esas son manifestaciones de la vida llena del Espíritu.

“Entonces,” usted pregunta, “es esto una forma de ‘deje y permita a Dios’? Difícilmente. Mire a Colosenses 3:16 para la respuesta a la pregunta: “¿Cómo me rindo?” Dice, “la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros”. El efecto de la Palabra de Cristo morando en usted es un paralelo exacto a lo que ocurre cuando usted se llena del Espíritu (vea a vv. 16-23). Todo esta allí – el canto, la sumisión, el amor, la obediencia, la crianza de los hijos apacible, la diligencia, y la justicia. Por consiguiente, llenarse del Espíritu es una cosa exactamente igual a dejar que la Palabra de Cristo more en usted en abundancia. Al estudiar la Palabra de Dios, al morar en usted abundantemente, sus pensamientos se vuelven saturados de Cristo. Usted se vuelve puesto en Cristo-céntrico, consciente de Cristo todo el tiempo – eso es lo que es ser lleno del Espíritu.

El Ajuste de Actitud

Ya hemos considerado el comportamiento de una persona llena del Espíritu, pero ¿donde está el gozo que mencioné al principio? Escondido en entre el mandamiento y el cambio en el comportamiento está un comentario de suma importancia sobre las actitudes de un cristiano lleno del Espíritu. Efesios 5:19-20 dice: “hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; 20dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” En esos dos versículos, Pablo tiene en mente el fruto de dos actitudes que demuestran la vitalidad de la vida cristiana – el gozo y la gratitud.


El gozo y la gratitud le caracterizarán cuando usted esté bajo el control del Espíritu Santo. Ya sea un gozo público o privado, interno o externo, inducida por el Espíritu producirá cantos que vienen del corazón. ¿A quién canta usted? Usted canta “entre vosotros” y “al Señor”. Recuerde eso la próxima vez que usted cante en la iglesia. Sus canciones no deberían ser una función – ni son un entretenimiento. Más bien, deberían ser el testimonio sincero de su gozo en el Señor. Cuando usted expresa su gozo en el Espíritu Santo a través de los cantos, usted trae placer al Señor mismo.

Mano a mano con el gozo está la acción de gracias (cf. 1 Tes. 5:16-18). Si la ingratitud envenena y hace más oscura el alma, la gratitud la apacigua e inunda de luz. El Día de Acción de Gracias es más que el acto de dar gracias o enviar una nota de agradecimiento – es una actitud del corazón. Sin la actitud, el acto es mera hipocresía.

El gozo producido en el Espíritu y la gratitud son indomables. Cuando Jesús dijo: “vuestra tristeza se convertirá en gozo,” él usó el ejemplo de una mujer dando a luz a un niño. Aunque el dolor del parto es agonizante, cuando el niño nace, el gozo es incomparable y constante – nada lo puede ahuyentar. Ese es el tipo de cambio que el Espíritu Santo produce en todo el mundo que vive bajo Su control.

La vida llena del Espíritu desborda de gratitud, gozo, relaciones correctas, y buen comportamiento – realmente un contraste para aquellas personas esclavizadas por el alcohol. Usted puede que este buscando el gozo en las drogas o en el alcohol, pero ¿esta buscando ser lleno del Espíritu? Sus recursos están inmediatamente disponibles y El quiere producir vida nueva en usted. ¿Qué está usted esperando?


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