domingo, 12 de junio de 2011

Correr "literalmente" hacia la meta


Hace más o menos un mes empecé a servir al Señor en la horita feliz de un anexo de mi Iglesia. Cuando llegamos lo primero que hacemos es ir a buscar a los chicos del barrio, casa por casa, los llevamos a la iglesia, hacemos juegos, cantamos, les damos la merienda y les enseñamos la Palabra del Señor. Al finalizar, a eso de las 5 y 30 de la tarde llevamos a los chicos de vuelta a sus hogares. Generalmente vamos 4 o 5, con el grupo de unos 30 chicos o menos, según los que asistan en ese dia. Son niños con problemas en sus casas, que en su mayoría necesitan mucha contención y más que nada conocer al Salvador. Realmente disfruto mucho de servir en ese lugar. Es poner en práctica las muchas cosas que he leído en la Palabra de Dios. Es ir un sábado cuando todos salen a pasear, a dar unas horas de nuestro tiempo a aquellos niños que tantas necesidades espirituales y también física tienen.
Ayer sucedió algo inesperado cuando regresábamos de dejar a los niños en sus casas. A una cuadra de la iglesia, tenemos que atravesar un descampado por donde pasan muchos autos que van y vienen, es una especie de avenida que lleva a salir de la ciudad. Veníamos tres mujeres y un joven de dejar a los chicos. Cruzamos al descampado para empezar a cruzarlo cuando un hombre vestido de mujer (travesti) estaba en la vereda de en frente mostrando todo su cuerpo y ofreciéndose a cada auto que pasaba. Hablaba solo y tambaleaba. Aparentemente estaba muy drogado o borracho. Empezó a acercarse a nosotros, y hablaba. Cuando de repente cruzaba la calle y diciendo maledicencias se nos venía hacia nosotros. Una de mis hermanas dijo: Corran!
Me di vuelta y este hombre se me venía encima. Tarde... empecé a correr. Cruzamos el descampado corriendo a todo lo que nos daban nuestras fuerzas. Yo iba última y corriendo miraba hacia atrás mío y este hombre gritando todo tipo de males y amenazas me pisaba los talones de los pies. Ay, Señor mío! En ese momento, no podía creer lo que estaba sucediendo! Parecía un demonio enfurecido que quería destrozarme. Cuando llegué a la esquina ni miré los semáforos, los cuales según una de mis hermanas, estaban en verde. Crucé como pude. Llegamos a la iglesia sanos y salvos. Este hombre maldito había dejado de seguirnos en el semáforo.
Cuando vuelvo a casa lo hago en colectivo pero pedí a uno de mis hermanos que me llevara en su auto. Subimos al auto y en uno de los semáforos que se puso en rojo, ahí estaba en la esquina, como si nada este mal viviente ofreciéndose a todo cual pasaba. Se hizo tan largo el cambio de rojo a verde. Todavía temblaba de miedo. El se olvidó en un instante de nosotros, pero en cambio, nosotros jamás vamos a olvidar aquel mal momento y lo que hubiera sido si me hubiera alcanzado.

Fue un gran susto. Un susto que al menos a mi, y sé que también a mis hermanos, nos llevó a pensar en muchas cosas. Siento que el Señor nos dejó una enseñanza a cada uno, en ese día. Lo que aprendí fue, que no debo dejarme llevar por mi propia prudencia, como dice el proverbio 3.5. Cuando me digan: Corre!, debo correr, cuando me digan: No mires!, no debo mirar. Debemos ser más cautelosos en el terreno en que nos movemos.
También me di cuenta del poder de Satanás. El estado en el que estaba este hombre, era deplorable. El diablo puede fácilmente manipular a personas en esos estados para sus propios fines. Aún recuerdo su voz atrás mío como de muchas voces enojadas que me amenazaban de muerte. Me hizo recordar al endemoniado gadareno, del cual Jesús quitó una legión que vivía en este hombre (una legión son 6000 demonios).
Seguramente algo bueno debemos estar haciendo, algún cambio se debe estar produciendo en las vidas de estos niños, como para que el diablo nos ataque así. Además viene a mi mente una de las palabras de mi Señor, cuando dió el sermón en el monte: "Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan"
También me hizo recordar a que somos luz, y la luz le molesta a los que viven en oscuridad, así le sucedió a nuestro amado Señor Jesús. El enemigo siempre va a tratar de poner trabas y acecharnos de todas las maneras posibles para que no andemos en las obras que nuestro Creador nos ha dado.
Lo más precioso es que mi Amado no permitió que nada nos suceda,sino que hizo que nuestras piernas sean fuertes, que corran rápidamente, no permitió que tropezáramos y que aquel nos alcanzara. El siempre está cuidando a Sus hijos.
Me llevó también a pensar en los misioneros. Esto es nada más que un principio. Me hizo dar cuenta que hay tanta necesidad acá como en cualquier lugar del mundo y que el peligro es el mismo acá que allá. Siendo hijos de Dios, los peligros van a existir siempre, porque estamos llevando el evangelio de Salvación.
Como me dijo una de mis hermanas ayer en un mensaje que me mando al celular: A los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.

Aquí les dejo este salmo,en alabanza a mi Señor:

"1 Alzaré mis ojos a los montes;
¿De dónde vendrá mi socorro?
2 Mi socorro viene de Jehová,
Que hizo los cielos y la tierra.
3 No dará tu pie al resbaladero,
Ni se dormirá el que te guarda.
4 He aquí, no se adormecerá ni dormirá
El que guarda a Israel.
5 Jehová es tu guardador;
Jehová es tu sombra a tu mano derecha.
6 El sol no te fatigará de día,
Ni la luna de noche.
7 Jehová te guardará de todo mal;
El guardará tu alma.
8 Jehová guardará tu salida y tu entrada
Desde ahora y para siempre."

Salmo 121

Gracias Padre por guardar mi entrada y mi salida, por guardar mi pies de tropiezo, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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